Los trastornos del estado de ánimo son un conjunto de trastornos definidos en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuya principal característica sería una alteración del estado de ánimo del individuo.
Suelen diferenciarse dos grupos de trastornos del estado de ánimo, en función de si incluyen o no la presencia de episodios de manía o hipomanía: trastornos depresivos y trastornos bipolares.
De los trastornos depresivos, el más conocido es el trastorno depresivo mayor, habitualmente conocido como «depresión clínica» o «depresión mayor». Por su parte, los trastornos bipolares, anteriormente conocidos como «psicosis maníaco-depresiva», se caracterizan por la presencia intermitente de episodios de manía o hipomanía, entremezclados con episodios depresivos. No obstante, también existen formas menos graves de ambos grupos. La forma leve de los trastornos depresivos se denomina trastorno distímico, y la de los trastornos bipolares, trastorno ciclotímico.
Las personas que sufren un episodio depresivo mayor o un trastorno depresivo mayor presentan un riesgo de suicidio más elevado, que puede reducirse considerablemente mediante la búsqueda de ayuda y tratamiento por parte de profesionales de la salud. Existen estudios que demuestran que el hecho de preguntar a un amigo o familiar si ha experimentado ideaciones suicidas es una manera eficaz de identificar a las personas en situación de riesgo, y que en ningún caso este tipo de preguntas contribuyen a implantar en el paciente la idea suicida. Algunos estudios epidemiológicos desarrollados en Europa sugieren que, en la actualidad, el 8,5% de la población padece un trastorno depresivo. No parece existir ningún grupo de edad que se vea libre del trastorno, y existen estudios que muestran la aparición de los síntomas de depresión en niños de 6 años que han sido separados de sus padres.
El trastorno depresivo se trata con frecuencia en el ámbito de la atención primaria y de la asistencia hospitalaria general, pero en muchos casos pasa desapercibido. El trastorno depresivo que no se diagnostica puede presentar una recuperación más lenta, así como un peor pronóstico, por lo que es importante que todos los profesionales médicos sean capaces de reconocer los síntomas, tratar los casos más leves, e identificar aquellos casos que requieran atención especializada.