Adicciones
Se considera adicción a una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa y/o alivio a través del uso de una sustancia u otras conductas. Esto implica una incapacidad de controlar la conducta, dificultad para la abstinencia permanente, deseo imperioso de consumo, disminución del reconocimiento de los problemas significativos causados por la propia conducta y en las relaciones interpersonales así como una respuesta emocional disfuncional. El resultado es una disminución en la calidad de vida del afectado (generando problemas en su trabajo, en sus actividades académicas, en sus relaciones sociales y/o en sus relaciones familiares o de pareja). La neurociencia actualmente considera que la adicción a sustancias y a comportamientos comparten las mismas bases neurobiológicas.
Además del consumo de sustancias psicoactivas existen adicciones a procesos como la adicción al sexo, la adicción al juego, la adicción a la pornografía, la adicción a la televisión, al deporte, la adicción a las nuevas tecnologías y la adicción a Internet.[/vc_column_text]
Ansiedad
La ansiedad es una anticipación de un daño o desgracia futuros, que se acompaña de un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de tensión. El objetivo del daño anticipado puede ser interno o externo. Se trata de una señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente y permite a la persona que adopte las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza.
La ansiedad es una sensación o un estado emocional normal ante determinadas situaciones y constituye una respuesta habitual a diferentes situaciones cotidianas estresantes. Por lo tanto, cierto grado de ansiedad es incluso deseable para el manejo normal de las exigencias del día a día. Únicamente cuando sobrepasa cierta intensidad o supera la capacidad adaptativa de la persona es cuando la ansiedad se convierte en patológica, provocando un malestar significativo, con síntomas físicos, psicológicos y conductuales, la mayoría de las veces muy inespecíficos.
Una amplia gama de enfermedades médicas puede producir síntomas de ansiedad. Para aclarar si estos son la consecuencia fisiológica directa de una enfermedad médica, se evalúan los datos de la historia clínica, la exploración física, las pruebas de laboratorio y los estudios complementarios, necesarios en función de la sintomatología que presente el paciente.[/vc_column_text]
Depresión
La depresión es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, además de provocar una incapacidad total o parcial para disfrutar de las cosas y de los acontecimientos de la vida cotidiana anhedonia. Los trastornos depresivos pueden estar, en mayor o menor grado, acompañados de ansiedad.
El término médico hace referencia a un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera afectiva: como es la tristeza constante, decaimiento, irritabilidad, sensación de malestar, impotencia, frustración a la vida y puede disminuir el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida. Aunque ése es el núcleo principal de síntomas, la depresión también puede expresarse a través de afecciones de tipo cognitivo, volitivo o incluso somático. En la mayor parte de los casos, el diagnóstico es clínico, aunque debe diferenciarse de cuadros de expresión parecida, como los trastornos de ansiedad. La persona aquejada de depresión puede no vivenciar tristeza, sino pérdida de interés e incapacidad para disfrutar las actividades lúdicas habituales, así como una vivencia poco motivadora y más lenta del transcurso del tiempo.
El origen de la depresión es multifactorial. En su aparición influyen factores biológicos , genéticos y psicosociales. La Psico-Neuro-Inmunología plantea un puente entre los enfoques estrictamente biológicos y psicológicos.
Diversos factores ambientales aumentan el riesgo de padecer depresión, tales como factores de estrés psicosocial, mala alimentación, permeabilidad intestinal aumentada, intolerancias alimentarias, inactividad física, obesidad, tabaquismo, atopia, enfermedades periodontales, sueño y deficiencia de vitamina D.
Entre los factores psicosociales destacan el estrés y ciertos sentimientos negativos (derivados de una decepción sentimental, la contemplación o vivencia de un accidente, asesinato o tragedia, el trastorno por malas noticias, penas, contexto social, aspectos de la personalidad, el haber atravesado una experiencia cercana a la muerte) o una elaboración inadecuada del duelo (por la muerte de un ser querido).
Un elevado y creciente número de evidencias indica que los episodios depresivos se asocian con cambios en la neurotransmisión del sistema nervioso central y cambios estructurales en el cerebro, producidos a través de mecanismos neuroendocrinos, inflamatorios e inmunológicos. Existe un creciente número de pruebas que demuestran que la depresión está asociada con una respuesta inflamatoria crónica de bajo grado, aumento del estrés oxidativo y aparición de respuestas autoinmunes, que contribuyen a la progresión de la depresión. Las citoquinas pro-inflamatorias causan depresión y ansiedad, y se ha demostrado que sus niveles están elevados en los pacientes con síntomas depresivos, lo que puede explicar por qué los influjos psicosociales y los traumas agudos pueden desencadenar trastornos del estado de ánimo en personas vulnerables, como aquéllas con una predisposición genética o las que tienen una mayor carga inflamatoria. El vínculo entre los procesos inflamatorios y los síntomas de la depresión se confirma por la asociación de síntomas depresivos con enfermedades inflamatorias, autoinmunes o neuroinflamatorias, tales como el asma, la enfermedadpulmonar obstructiva crónica, la enfermedad cardiovascular, la diabetes, la alergia, la artitris reumatoide, la enfermedad celíaca, la esclerosis múltiple y la enfermedad de Parkinson.
La depresión puede tener importantes consecuencias sociales, laborales y personales, desde la incapacidad laboral (ya que se puede presentar un agotamiento que se verá reflejado en la falta de interés hacia uno mismo, o incluso el desgano para la productividad, lo cual no solo afectará a quien está pasando por la depresión, sino también a quienes lo rodean) hasta el suicidio. Otros síntomas por los cuales se puede detectar este trastorno son cambio del aspecto personal, enlentecimiento psicomotriz, tono de voz bajo, constante tristeza, llanto fácil o espontáneo, disminución de la atención, ideas pesimistas, ideas hipocondríacas y alteraciones del sueño. Desde la biopsiquiatría, a través de un enfoque farmacológico, se propone el uso de antidepresivos. Sin embargo, los antidepresivos sólo han demostrado ser especialmente eficaces en depresión mayor/grave (en el sentido clínico del término, no coloquial).
El término en psicología de conducta hace referencia a la descripción de una situación individual mediante síntomas. La diferencia radica en que la suma de estos síntomas no implica en este caso un síndrome, sino conductas aisladas que pudieran si acaso establecer relaciones entre sí (pero no cualidades emergentes e independientes a estas respuestas). Así, la depresión no sería causa de la tristeza ni del suicidio, sino una mera descripción de la situación del sujeto. Pudiera acaso establecerse una relación con el suicidio en un sentido estadístico, pero tan sólo como una relación entre conductas (la del suicidio y las que compongan el cuadro clínico de la depresión). Es decir, en este sentido la depresión tiene una explicación basada en el ambiente o contexto, como un aprendizaje desadaptativo.
Los principales tipos de depresión son el trastorno depresivo mayor, el trastorno distímico, el trastorno ciclotímico, el trastorno afectivo estacional y la depresión bipolar. El trastorno depresivo mayor, el distímico y ciclotímico son las formas más comunes de depresión, el trastorno distímico y ciclotímico son más crónicos, con una tristeza persistente durante al menos dos años. El trastorno afectivo estacional tiene los mismos síntomas que el trastorno depresivo mayor, en lo que difiere es que se produce en una época del año, suele ser el invierno. La depresión bipolar es la fase depresiva de un trastorno llamado trastorno bipolar.[/vc_column_text]
Niños y Adolescentes
La adolescencia es un periodo en el desarrollo biológico, psicológico, sexual y social inmediatamente posterior a la niñez y que comienza con la pubertad. Es un periodo vital entre la pubertad y la edad adulta, su rango de duración varía según las diferentes fuentes y opiniones médicas, científicas y psicológicas, generalmente se enmarca su inicio entre los 10 y 12 años, y su finalización a los 19 o 20.
Para la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es el período comprendido entre los 10 y 19 años y está comprendida dentro del período de la juventud—entre los 10 y los 24 años—. La pubertad o adolescencia inicial es la primera fase, comienza normalmente a los 10 años en las niñas y a los 11 en los niños y llega hasta los 14-15 años. La adolescencia media y tardía se extiende, hasta los 19 años. A la adolescencia le sigue la juventud plena, desde los 20 hasta los 24 años.
Algunos psicólogos consideran que la adolescencia abarca hasta los 21 años e incluso algunos autores han extendido en estudios recientes la adolescencia a los 25 años.
La adolescencia es principalmente una época de cambios. Es la etapa que marca el proceso de transformación del niño en adulto, es un período de transición que tiene características peculiares. Se llama adolescencia, porque sus protagonistas son jóvenes que aún no son adultos pero que ya no son niños. Es una etapa de descubrimiento de la propia identidad (identidad psicológica, identidad sexual…) así como la de autonomía individual.
En el aspecto emocional, la llegada de la adolescencia significa la eclosión de la capacidad afectiva para sentir y desarrollar emociones que se identifican o tiene relación con el amor. El adolescente puede hacer uso de su autonomía y comenzar a elegir a sus amigos y a las personas que va a querer. Hasta entonces no ha escogido a sus seres queridos. Al nacer conoció a sus padres y tal vez a algunos hermanos y el resto de sus familiares. Después, de alguna manera, sus padres fueron eligiendo sus compañeros de clase y amigos. Pero al llegar a la adolescencia, puede hacer uso de cierta capacidad de elección para poner en marcha uno de los mecanismos más significativos de esta etapa. Llevando implícita la capacidad para discriminar sus afectos: querer de diferente manera a cada persona que le rodea y personalizar sus afectos. Esto debido a la llegada del pensamiento abstracto que le permite desarrollar su capacidad para relativizar. La discriminación de afectos, a través del establecimiento de diferencias en el tipo y la profundidad de sentimientos, le permite la personalización de sus afectos. El adolescente está en un camino medio entre la edad adulta y la infancia, en lo que hace referencia a la vivencia de sus emociones, estando presente una mezcla singular de sus comportamientos. Todavía tiene una forma de manifestar sus deseos mediante una emotividad exacerbada o con la espontaneidad propia de la infancia, pero ya empieza a actuar de una manera sutil en las interacciones, o con una cierta represión relativa de sus emociones, tal como hace el adulto.[/vc_column_text]
Problemas de pareja
La cultura de nuestra sociedad ha ido cambiando sus esquemas respecto a muchos temas personales y sociales, entre los que se encuentran los roles de género y la concepción de la vida en pareja, con contrato matrimonial o sin él. Hemos pasado de una relación de pareja basada en roles conyugales y deberes no negociables y prefijados, donde cada uno de los miembros debía cumplir las obligaciones que le correspondían según su papel, a una relación y convivencia basadas en la elección libre y voluntaria de la pareja y sus roles. Sin embargo, son muchos los factores que afectan a las dinámicas de las relaciones de pareja, referentes a la personalidad y habilidades o no de cada miembro, circunstancias, problemas de la vida, así como expectativas de cada miembro sobre la vida en pareja. Ante parejas no satisfactorias, a día de hoy, son cada vez más las personas que se plantean buscar una ayuda profesional para solucionar los problemas que les afectan y/o adquirir herramientas y habilidades que mejoren el vínculo establecido.
De esta forma, en nuestro centro atendemos problemas de pareja muy variados, que incluyen aspectos cognitivos y conductuales, así como cuestiones sociales:
- Clima emocional de la pareja negativo en general: desilusión, frustración, discusiones frecuentes, recurrencia de reproches presentes y pasados, distancia emocional y física, etc.
- Problemas de comunicación: expresión inadecuada de opiniones, sentimientos, críticas o deseos; falta de actitud y habilidades de escucha activa por parte de uno o ambos miembros; y, déficits en asertividad y habilidades sociales en general en uno o ambos miembros de la pareja.
- Cuestiones cognitivas, en uno o ambos miembros de la pareja. Presencia de diversos esquemas disfuncionales sobre la relación de pareja, sobre el otro miembro, sobre roles de género, sobre la sexualidad, sobre las familias y relaciones externas, y cualquier otro tema relevante para la vida de pareja; y, distorsiones cognitivas: malinterpretación de la conducta del otro, atribuciones causales internas y estables al otro sobre sucesos negativos, sesgos cognitivos en general.
- Déficits en resolución de problemas en uno o ambos miembros de la pareja.
- Y otros como: desacuerdos en diferentes áreas (educación de los hijos, economía y tareas domesticas, etc.), insatisfacción sexual, celos, infidelidad, problemas en las relaciones con la familia del/la otro/a, problemas psicológicos y/o personales en uno o ambos miembros, etc.
Cada pareja es distinta en su estructura, filosofía de vida, educación, formación, historia personal y de la pareja, situación actual, estilos de personalidad de cada miembro, etc. Por tanto, no pretendemos hacer un listado cerrado y estándar de los criterios que debe cumplir una pareja, pero si dar orientaciones prácticas de cómo poder mejorar la relación entre dos personas que han decidido mantenerse unidas y solucionar algunos de los problemas señalados.
La Terapia de Pareja que ofrecemos se basa en el modelo cognitivo-conductual, donde el psicólogo no es un juez ni un aliado de ninguno de los miembros, sino un mediador, un orientador, un educador y un especialista en el comportamiento de las personas, como individuos y en las relaciones de pareja. Por tanto, es objetivo e imparcial, preocupándose por igual por ambos miembros, motivando, en los casos en que ambos lo deseen, la mejora y la continuación constructiva de la relación de pareja.
Una vez realizada la evaluación de los problemas de pareja, el psicólogo o la psicóloga explicará el tratamiento que se seguirá a través de un análisis funcional, indicando con detalle el protocolo estructurado de intervención en parejas que se sigue en nuestro centro, que se adapta a la pareja concreta en función de sus áreas problemáticas, atendiendo además a los problemas psicológicos que pueda presentar cada miembro y que afecte a la relación.
En resumen, todas las personas tienen sus propios esquemas y creencias sobre el amor y sobre las relaciones de pareja. Estas expectativas e ideas preconcebidas no tienen por qué ser las mismas con las que las personas comienzan una relación, por lo que si no poseen habilidades de comunicación y negociación para establecer un marco de referencia común, la percepción de la relación se deteriorará con la consiguiente posibilidad de poner fin a la misma. Es aquí donde los psicólogos de nuestro centro pueden ayudar a ambos miembros a fomentar o adquirir habilidades y herramientas que les ayuden a solucionar sus problemas de pareja. O, por el contrario, en otros casos, evaluar la conveniencia de romper la relación, ayudando a la pareja en ese duro proceso.[/vc_column_text]
Trastornos de la alimentación
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) engloban varias enfermedades crónicas y progresivas que, a pesar de que se manifiestan a través de la conducta alimentaria, en realidad consisten en una gama muy compleja de síntomas entre los que prevalece una alteración o distorsión de la auto-imagen corporal, un gran temor a subir de peso y la adquisición de una serie de valores a través de una imagen corporal.
En los últimos 30 años, los TCA surgieron como enfermedades cada vez más frecuentes, sobre todo en los adolescentes. Los estudios sobre la frecuencia de estos trastornos muestran un aumento preocupante, principalmente en la población de mujeres jóvenes. Se ha encontrado que entre 1 y 2% de las mujeres padecen de anorexia nerviosa (AN), y entre 1 y 3% padecen bulimia nerviosa (BN). Estos trastornos se presentan en una proporción de 10 a 1 en las mujeres con respecto a los varones, aunque en los últimos años se ha incrementado el número de varones que los padecen. Generalmente el inicio de los trastornos de la conducta alimentaria es de los 14 años hasta los 20.
Síntomas para detectar un trastorno alimenticio
- Actitudes obsesivas respecto a las dietas: estos regímenes se hacen de forma compulsiva, es decir que la persona sabe que es algo dañino para su salud pero no puede dejar de hacer dieta.
- Disminución importante del peso.
- Comer a solas o evitar comer cualquier tipo de comida.
- Contar las calorías de los alimentos que se ingieren y pesarse con frecuencia.
- Cambios en el carácter relacionados con el haber comido o no.
- Verse «gorda» aunque haya una disminución importante de peso.
- Encerrarse en el baño después de comer, sin que haya una causa que lo justifique.
- Realizar ejercicio en forma obsesiva.